LA PLANTA DESTACADA – La chumbera y la cochinilla del carmín

Hoy en la sección LA PLANTA DESTACADA nos centramos en cómo la chumbera (Opuntia ficus-indica), una planta originaria de los hábitats semiáridos de Centroamérica, acabó creciendo en todo el mundo.

La chumbera

Chumbera o nopal de Castilla

La chumbera o nopal de Castilla es un arbusto muy fácil de identificar por sus tallos carnosos en forma de pala, de color verde-grisáceo, recubiertos de espinas y con frutos rojizos, también carnosos y espinosos, y de pulpa dulce y gelatinosa. Si no la conoces, puedes encontrar todos los detalles en la ficha disponible aquí.

En Europa se cultiva especialmente en el área Mediterránea tanto para su uso alimenticio como para su uso en jardinería o para formar vallas vivas protectoras. De crecimiento rápido y fácil propagación, tiene una gran resistencia a la sequía, lo que ha facilitado que desde los jardines y plantaciones pase a crecer en medio natural, donde se ha convertido en invasora y compite con la flora autóctona.

Aunque es muy apreciada como alimento, el uso por el cual la chumbera fue llevada desde su lugar de origen a casi cualquier rincón del mundo está ligado no a la propia planta, sino a su insecto plaga: la cochinilla del carmín (Dactylopius sp.).

La cochinilla del carmín

Hembras de cochinilla del carmín sobre una pala de chumbera. Créditos: Roser Melero.

La cochinilla del carmín es un pequeño insecto chupador de savia que se protege con una cera algodonosa y blanquecina cuando vive sobre las palas de chumbera. Produce ácido carmínico, un potente colorante natural de color rojizo que se utiliza ampliamente todavía hoy en día en la industria alimentaria, cosmética, textil y farmacéutica. La materia colorante que se utiliza para producir el color se conoce como “grana”, “cochinilla” o “grana cochinilla” y está constituida por las hembras desecadas de Dactylopius coccus, la especie de cochinilla que produce más colorante. Otra especie es Dactylopius opuntiae, la cochinilla silvestre del carmín, que también produce el colorante rojo, aunque no en cantidad.

El color del deseo

Poder capturar los colores vivos y saturados de la naturaleza ha sido una obsesión humana desde la antigüedad. Durante siglos los colores se obtuvieron de plantas, insectos y moluscos, siendo el azul, el rojo y el violeta los más preciados por su escasez o dificultad de obtención. Estos colores se convirtieron en símbolo de poder y nobleza, y en épocas pasadas no eran extrañas las leyes suntuarias que restringían su uso a las clases adineradas.

Hasta la colonización de América, en Europa el rojo se obtenía a partir de la raíz de granza o rubia (Rubia tinctorum), que daba rojos caldera y teja, vivos e intensos, pero siempre con tonos ligeramente anaranjados. Otro rojo mucho más profundo era el que se obtenía del quermes (Kermes vermilio, un insecto plaga de la coscoja –Quercus coccifera-), escaso y extremadamente costoso debido a la gran cantidad de insectos necesarios para producir pequeñas cantidades de colorante.

La llegada a América a finales del siglo XV abrió las puertas a un sinfín de materias desconocidas y potencialmente interesantes para los colonizadores europeos. Una de ellas fue el color rojo carmín que los pueblos indígenas de México producían a partir de la “sangre” de las palas de chumbera: un color mucho más profundo que el rojo de granza, y mucho más fácil de producir que el quermes.

A continuación, te ofrecemos algunas de las fascinantes historias sobre la cochinilla del carmín y la chumbera, todas explicadas en detalle en el libro Un rojo perfecto. Imperio, espionaje y la búsqueda del color del deseo de Amy Butler Greenfield (2010, Publicaciones de la Universidad de Valencia, Valencia).

Un tresoro que no todo el mundo conocía bien

La corona española pronto dictó políticas proteccionistas y monopolizadoras para el control del comercio de todas las materias que provenían de sus colonias americanas, y en particular, el de grana.

Fue así como la cochinilla del carmín se convirtió durante siglos en un recurso preciado y codiciado por todos los gobiernos europeos, que decidieron emprender viajes de espionaje, largos y a veces peligrosos, para llevar hacia sus países palas de chumbera infestadas con la cochinilla del carmín, con la intención de cultivarlas y dejar de depender del imperio español.

Las palas blanquecinas viajaban durante largos períodos de tiempo en malas condiciones y a escondidas de los ojos de los administradores españoles, con lo que a menudo llegaban a su destino con todos los insectos muertos, resultando el viaje en vano y teniendo que volver a empezar la proeza.

El escaso éxito de estas hazañas se debió, en parte, a que en Europa se creía que la grana era la semilla de la planta (por eso el nombre de “grana”=”semilla”) en lugar de un insecto. Por ello, se desconocía cuál era la mejor manera de conservar vivo el insecto durante los viajes clandestinos.

No fue hasta 1726 que un holandés adinerado y erudito que había vivido en España, hizo una apuesta con sus colegas por demostrar la naturaleza de la grana ante cuatro jueces independientes. Y lo logró gracias a sus contactos con productores de Oaxaca (México), la principal zona productora en aquella época, que sabían perfectamente que la grana era un insecto.

A pesar de este avance, para los europeos la grana seguía siendo una materia tintórea prácticamente inalcanzable. Incluso a Carlos Linneo le resultó imposible que los insectos llegaran vivos a su país, Suecia. Ferviente defensor de la autosuficiencia, estaba obsesionado con conseguir cultivar todo tipo de productos tropicales en su país, y el carmín no fue menos. Sólo uno de sus discípulos, en 1755, logró transportar una planta con insectos vivos desde Surinam hasta Suecia. Por mala suerte, cuando la chumbera infestadísima de grana llegó al invernadero de Linneo, él no estaba, y la recibió uno de sus jardineros, quien, sin saber que aquello era un tesoro, al ver una planta con muy mal aspecto y cubierta por un vello blanco, pensó que había que ponerle remedio y eliminó una a una todas las cochinillas que encontró. Parece ser que Linneo, al saberlo, sufrió un ataque de migraña “espantoso” y decidió no volver a pensar nunca más en la cochinilla.

De la península Ibérica al mundo entero

Hasta principios del siglo XIX la corona española no se preocupó por cultivar la grana en la península, porque dominaba su producción en origen y su comercio internacional. Así, fue en 1820 cuando se logró el primer cultivo exitoso de grana en la península ibérica. En una época en que España veía peligrar sus colonias americanas (en 1825 sólo quedaban Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo), éste fue un intento desesperado de mantener el gran tesoro de las colonias americanas, que tanto dinero había aportado imperio español.

Las chumberas ya habían sido introducidas en la península ibérica en el siglo XVI, principalmente porque constituían un alimento nutritivo de fácil conservación, perfectas para soportar los largos viajes en barco entre las colonias y España. Las chumberas se cultivaban en Andalucía, donde eran muy apreciadas por su fruto.

Aparte de que las condiciones ambientales de la península no eran demasiado favorables para el desarrollo de la cochinilla, cuando en el siglo XIX se intentó reorientar el cultivo hacia una producción no alimenticia, sólo unos pocos productores estuvieron dispuestos a sacrificar las plantas en favor del parásito que las mataba, de modo que el cultivo de la cochinilla no resultó tan exitoso como se esperaba.

Desde Andalucía, en pocos años las chumberas y la cochinilla del carmín se extendieron por el Mediterráneo y mucho más allá. Hacia 1825, el cultivo de la cochinilla se llevó hasta las Islas Canarias, con un clima más favorable para su desarrollo, y donde aún hoy en día perdura y cuenta con Denominación de Origen Protegida. En 1828, llegó a Java un cargamento formado por unas setenta plantas infestadas con cochinillas y más de seiscientos esquejes de chumbera que un espía holandés consiguió robar de una plantación de carmín en Cádiz, siendo éste el inicio del cultivo de este insecto en la isla indonesia. Durante la década de 1830, también los franceses llevaron palas infestadas con cochinilla desde España hasta el norte de África, y los portugueses la introdujeron en Madeira.

Caída del cultivo de cochinilla e invasión de chumberas

México, Guatemala, Java y las Islas Canarias eran los principales productores de carmín en la primera mitad del siglo XIX. Durante la segunda mitad del siglo XIX, el comercio de la cochinilla del carmín fue descendiendo debido a dos factores clave. Por un lado, la sociedad industrial pedía cambios en la moda, pasando el rojo de ser un color que simbolizaba poder y un alto rango social a un color vulgar asociado al pecado, en particular al pecado sexual. Por otra parte, a raíz del descubrimiento casual en 1856 de la mauveína, el primer tinte químico, se inició el desarrollo de la química orgánica y la síntesis de cientos de nuevos colores, baratos de producir y fáciles de aplicar en tintorería.

Fue así como el cultivo de la cochinilla perdió interés y el insecto fue desapareciendo de los lugares donde no encontraba las condiciones óptimas para crecer. El insecto desapareció, pero las chumberas, valoradas o no por sus otros usos, perduraron allá donde habían llegado. Y al no tener ningún enemigo natural, se extendieron fácilmente por todas partes.

La cochinilla del carmín en Cataluña

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Chumbera con cochinilla del carmín, cerca de Jóncols (Roses). Créditos: Roser Melero.

Desde 2007 se conoce la presencia en la península ibérica de la cochinilla silvestre del carmín, Dactylopius opuntiae. Al igual que Dactylopius coccus, este insecto plaga ataca exclusivamente a Opuntia ficus-indica, pero se diferencia de la cochinilla “cultivada” porque no produce tanto ácido carmínico y es más agresiva con su huésped. Por eso se utiliza como agente de control biológico de esta planta invasora.

Desde entonces, la cochinilla silvestre del carmín se ha ido extendiendo de forma natural desde el sur hacia el norte de la península Ibérica: en 2010 se citó en la Comunidad Valenciana y en 2014 se detectó su presencia en el entorno de la carretera de las Aguas (Barcelona); en 2016 se realizaron unas primeras pruebas de inoculación en las Islas Medas (L’Estartit, Girona) para promover el control de chumberas invasoras; y en 2020 se detectó en el municipio de Roses.

¿Qué hacemos en LIFE medCLIFFS?

Aunque actualmente la cochinilla del carmín se encuentra en el área de Cap de Creus de forma habitual, existen algunas poblaciones de chumbera en los acantilados que quedan protegidas del ataque de Dactylopius opuntiae. Es justamente en estas áreas aisladas donde desde el LIFE medCLIFFS hemos iniciado los trabajos demostrativos de control biológico de chumbera.

Las labores de control han consistido en la inoculación de chumberas sanas con cladodios infestados con Dactylopius opuntiae, recogidos el mismo día para garantizar la supervivencia del máximo número de insectos. Una vez inoculadas las plantas, se realizará el seguimiento de la evolución de la plaga y se determinará su eficacia como agente de control biológico.

 

Texto: Roser Melero (@la.macarulla)